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Ésta entiende el ejercicio de la sostenibilidad y el diseño sostenible desde el reconocimiento del valor que tiene la cultura como agente que caracteriza tanto el medio físico -natural y construido- como el social. El medio físico es el patrimonio, la edificación, los recursos naturales, la geografía, el metabolismo, la biodiversidad… El medio social son los estilos de vida, las formas de convivencia, el conocimiento local, las celebraciones, las tradiciones, los símbolos, los mitos y creencias… Estamos hablando de la subjetividad colectiva como gran valor del desarrollo. Sin embargo, la sostenibilidad cultural también defiende las expresiones de subjetividad individual: la creatividad, la diversidad, la libertad de expresión en definitiva.
Por esta razón, este entendimiento de la sostenibilidad no sólo pasa por reconocer cómo la cultura ha conformado tanto el entorno físico y social –como un primer principio de eficiencia ya que aprovecha lo existente y aprende sobre lo ya aprendido – sino que, y sobre todo, pasa por garantizar la libertad de expresión de cualquier individuo o colectivo bajo cualquier formato así como “el acceso universal a la cultura y a sus manifestaciones, (…) a la información y a los recursos”. En otras palabras, entiende que lo nuevo no debe construirse sobre la nada sino contextualizado en el marco cultural que lo alberga -cada ciudad y/o territorio tiene sus modos ya aprendidos- no sólo reconociendo el valor de las expresiones de subjetividad existentes sino fomentando nuevos modos colectivos, individuales, etc.
Así pues, esta sostenibilidad defiende la IDENTIDAD como uno de los principales conceptos sobre los que construir el desarrollo sostenible: no sólo desde la puesta en valor de la identidad existente –y materializada en los medios físico y social- sino desde el fomento de nuevas identidades, individuales y colectivas. Esto supone, por una parte, una economía de medios y recursos y, por otra, la amplificación y consolidación de valores culturales.
En este sentido, una actuación culturalmente sostenible descubre, primero, y utiliza, después, todos los bienes tangibles e intangibles del CONTEXTO en el que opera: poniendo en valor el patrimonio edificado o natural, humano o no humano, reapropiándose de él hasta incluso decidiendo no intervenir, aprendiendo de conocimientos y modos de hacer existentes propios de un colectivo o comunidad y que facilitan la implementación de cualquier acción, reconociendo que las personas se comportan y formulan sus sueños, deseos, frustraciones y creencias tanto individual como colectivamente de maneras muy distintas…
En definitiva, una actuación culturalmente sostenible fomenta que la sociedad sobre la que actúa se reconozca e identifique con ella. De esta manera, una sociedad que ama y respeta tanto el entorno natural y construido en los que vive como las personas que la rodean porque se reconoce e identifica con todos ellos y consigo misma, es una sociedad más preparada, concienciada, informada, libre, solidaria, implicada, etc. para asumir las otras cuestiones del desarrollo sostenible -“la inclusión social, el crecimiento económico y el equilibrio medioambiental.” (Informe Brundtland)
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